En esta entrevista realizada en Salta, la antropóloga argentina Rita Segato reflexiona sobre la mayor cantidad de denuncias de casos de violencia, la crueldad in crescendo de los feminicidios y las nuevas formas de la guerra en que morimos las mujeres: trata, trafico de drogas, tráfico de armas, tráfico de influencia en la política. También cuestiona el tratamiento que los medios dan al tema: “El medio trabaja con estereotipos. Si no caricaturiza a los sujetos, la sociedad no se interesa por la noticia. Deberá hacer una reducción de ese sujeto a alguien débil, frágil, alguien que por su fragilidad necesita matar. Es decir, crear otra estereotipación de ese sujeto asesino”.
Por Fedra Aimetta, desde Salta.
COMUNICAR IGUALDAD- ¿Hay más o se sabe más? La pregunta del millón. Para Rita Segato -antropóloga argentina que desarrolló su carrera académica en Brasil- esto no se puede saber exactamente, aunque cuando hay cadáveres, la violencia de género siempre debe ser denunciada lo que la hace inocultable. “Un feminicidio o femicidio puede ser disimulado como habiendo sucedido en otra escena, pero hay un límite de lo que podés enmascarar. La violencia no podemos saber, pero los asesinatos de género han aumentado”.
Otro dato clave que da la autora de Las Estructuras Elementales de la Violencia es que las formas de crueldad sobre el cuerpo de la mujer, las torturas por razones de género y los asesinatos con ensañamiento, están en aumento.
Para la investigadora hay dos tipos de asesinatos, los que se dan en el seno de las relaciones interpersonales y aquellos vinculados a las nuevas formas de la guerra: los negocios ilícitos y el crimen organizado asociado a la producción y administración del gran capital no declarado. “Ahí las mujeres estamos muriendo de una nueva forma. La trata, el trafico de drogas, tráfico de armas, tráfico de influencia en la política, diversas formas de corrupción que necesitan de silencio y necesitan expresar que administran ese poder tanto económico como político, y esa expresión se da en formas de violencia muy truculenta, asustadora”. Con el agregado de una dimensión de misterio que crea la sensación de que alguien tiene el poder en algún lugar “ese mensaje de poderío subliminal también se da en el cuerpo de las mujeres”, como señala en su ensayo sobre Ciudad Juárez.
“Denuncismo”
“Ha aumentado la capacidad de acogida de la denuncia de las mujeres y el estimulo de que la mujer perciba que es víctima de diversos tipos de crímenes, de violencia física, moral, financiera y el último tipo que no está muy registrado en las legislaciones, la violencia alimentaria” expresó la investigadora. Pero esta mayor conciencia en las mujeres y la mayor cantidad de espacios institucionales donde realizarla no ha disminuido su vulnerabilidad.
“Tenemos que pensar por qué. Su victimización no ha disminuido. La fe ciega de que el ‘denuncismo’ disminuye la vulnerabilidad es creer que el Estado tendrá la capacidad de protección de las mujeres, y eso es lo que yo dudo en este momento, porque no se ha demostrado”.
Medios ambivalente: nuevos estereotipos
La presencia de la problemática de la violencia de género en la agenda de medios es innegable. Pero su mensaje es ambivalente, “la está denunciando, la está mostrando pero el crimen se está multiplicando. Quiere decir que los medios en su denuncia están siendo ambiguos, en realidad” marcó Segato.
Una idea innovadora y algo incorrecta es sostener el estereotipo como estrategia, algo contra lo que las feministas venimos batallando desde largo tiempo atrás. “El medio trabaja con estereotipos, comunicándose con un imaginario social que piensa en estos términos. Si no caricaturiza a los sujetos, la sociedad no se interesa por la noticia”.
La nueva consigna en este sentido es que los medios de comunicación trabajen y debatan junto a las y los especialistas y con intervención de la sociedad para convertir esta representación en herramienta eficaz en la contención de la violencia contra las mujeres.
La teórica deja al conjunto social la discusión acerca de cómo dar curso a esas nuevas significaciones sobre los violentos pero puntualiza que se debe desestimular ese rol, “no trasmitirlo como un monstruo potente, como alguien poderoso porque la monstruosidad de alguna manera enaltece y potencia al agresor, que es lo que busca”.
“Deberá hacer una reducción de ese sujeto a alguien débil, frágil, alguien que por su fragilidad necesita matar. Es decir, crear otra estereotipación de ese sujeto asesino”. Esa caracterización recortada y cristalizada pero minusvalizante, desestimularía a otros hombres a colocarse en esa posición.
La fundamentación para la persistencia en el uso de estas construcciones según la investigadora, es que hay toda una pauta y una agenda mediática que busca el impacto en un lenguaje que sea recibido por la gente. Por eso se impone como necesaria una política mediática que se oriente a la disminución de la actual ambigüedad que en general pone ribetes de escándalo y no abandona el morbo de la dominación sobre las mujeres.
Emergencia en violencia de género
“Al pueblo argentino le encanta el estado de emergencia. Es un pueblo muy intenso que busca situaciones intensas” sentenció la investigadora. Si se tansmite como estado de crisis –inevitable por intrínseco- “habrá personas que intentarán catapultarse como protagonistas y eso es peligroso”.
Antes, Segato postula la necesidad de pacificar. “Disolver la emergencia, desmontar aquellos lugares comunes del pensamiento que conducen a las posiciones protagónicas en el conflicto: hay que desmontar la guerra, tal como señala la criminología”, indicó interpelando a las y los intelectuales a no guetificar las luchas y los saberes y no fundamentalizar las disciplinas.
“Si esa emergencia de género se transmite por esos medios que no reflexionan y se lo hace desde la idea de crisis”, con una policía que en general cuesta que comprenda que no se encuentra en una situación bélica, “lo vamos a multiplicar”.
Pocas condenas-Estado limitado
¿Qué pasa cuando el bajo número de condenas enciende otra alarma? “Nuestro papel como intelectuales es producir retóricas para que la gente pueda usarlas y para poder defender posiciones” sobre todo para la transformación de conciencias en torno a la relación de poder que implica el género. Deben ser “retóricas complejas. Las retoricas bélicas ciertamente no lo son. Son esquemas de oposición”.
“Pero también creo que el Estado es limitado. Mi fe en el Estado está disminuyendo cada día. El Estado se dirige a individuos, a la ciudadanía como un agregado de individuos en una masa. En el medio no hay nada. Creo que sólo la comunidad reestructurada, retejida, puede realmente proteger a las personas”.
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