Si revisamos las
informaciones que los medios ofrecen, el tema violencia contra las mujeres y
actualmente violencia de género ocupa un lugar importante. No necesariamente
incluido en “Policiales” sino como dato cotidiano. La comparación con
periódicos editados en los comienzos del año 2000 y con otros, anteriores,
muestra un nuevo interés y un registro de noticias que pone en superficie el
tema.
Conduce a la pregunta obligada: “¿aumentó la
violencia familiar?”. Todo el mundo sabe que aumentó. Así se lo acepta como
parte de lo inevitable y un fenómeno integrado en el sistema capitalista y
patriarcal.
Quienes produjimos estadísticas desde el año
2006 podemos comparar en qué proporción se intensificó ese aumento que ha sido
publicado por Página/12 en el año 2011.
Pero estos datos que se obtienen acumulando
denuncias en distintos organismos solamente evidencian una información parcial:
nos hablan de aquellas mujeres que pudieron denunciar. Lo cual está muy lejos
de representar la proporción de víctimas que incluye a quienes denuncian y a
quienes no.
“Se sabe que toda estadística tiene un
subregistro...”, es la respuesta técnica. El detalle reside en que ese
subregistro no se refiere al mercado de hacienda para saber cuántos animales
mueren por infecciones, ni cuántos árboles sobrevivieron a un trasplante
urbano, está formado por mujeres víctimas. Ellas son parte integrante de los
nuevos sujetos sociales que la conciencia crítica estudia como dimensión actual
de la ética. Tema que interesa a un determinado público y se mantiene
peligrosamente alejado de los intereses, supuestamente de vanguardia, que
descuidan las investigaciones en Ciencias Humanas y Sociales.
Crítica que tiende a corregir la buena
conciencia de quienes se mueven racionalmente dentro de los valores que el
sistema autoriza. Entonces, hablar de este porcentaje de mujeres excluidas por
falta de denuncias irrita a quienes piensan que “por lo menos sabemos cómo
funciona la violencia a partir de las denuncias”. Efectivamente, por lo menos.
Porque por lo más, conocemos cuál es el porcentaje de esas mujeres en ciudad de
Buenos Aires y qué sucede con ellas si logran pedir auxilio al número
telefónico 137 y ser acompañadas en su silencio anticipatorio de una violencia
cronificada y aterrorizante.
Cuando el Estado aporta trabajo en terreno
mediante intervenciones a cargo de profesionales que van a buscar a la víctima
atendiendo su llamado de auxilio encuentra datos que solamente se tornan
visibles en estas circunstancias. Consigue identificar problemas que
habitualmente se desconocen.
Para lo cual es preciso asistir a las
víctimas en situación de urgencia y emergencia en su domicilio, o por solicitud
de un hospital o de una comisaría, y disponer de equipos formados por
profesionales capaces de acudir inmediatamente al lugar donde se encuentra la
víctima arriesgando que en oportunidades el sujeto violento aparezca en la
escena. Motivo por el cual la presencia de un policía en los automóviles en los
que los equipos se desplazan es fundamental como garantía de seguridad para
quienes intervienen.
Así procedemos en el Programa Las Víctimas
contra las Violencias del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, cuyas
profesionales estiman que un porcentaje entre el 35 y el 38 por ciento del
total de víctimas que atendemos son aquellas que alcanzan a solicitar auxilio,
pero se oponen a denunciar a pesar de las horas que se transcurre con ellas
explicándoles la importancia de la denuncia. O sea, uno de los efectos de
distintas violencias en el psiquismo de estas mujeres se evidencia en la
circunstancia donde se acompasan la inermidad psíquica de esta víctima y su
experiencia de maltrato que, por temor, les impide recurrir a la Justicia.
Ellas no pueden tomar un colectivo y llegar a
una institución que las admita mediante un trámite oficial o privado. Otras, en
cambio, pueden solicitar ayuda a una amiga, dejarle a sus hijos y concurrir a
la institución que las oriente, también obtener una exclusión del hogar para el
violento.
Quienes se niegan a denunciar evidencian una
vulnerabilidad extrema que sobrevive en el ámbito de la violencia familiar.
En el llamado al número 137 se conjugan los
dos universos: quienes solicitan auxilio para instalar una denuncia y quienes
solo reclaman auxilio para que el golpeador interrumpa sus ataques. Nuestra
actividad las acompaña mediante un seguimiento técnico que puede durar hasta
diez días, pero nuestra tarea se limita a la urgencia y emergencia. Después,
sucede lo mismo que ocurre en todos los países que registran violencia
familiar: al día siguiente la víctima sobrevivirá como pueda.
En alguna provincia el llamado telefónico
alcanza para dar intervención a un juzgado pero si denunciar significa
potenciar sus riesgos y los de sus hijos ¿llamará? Algunas instituciones
privadas registran estos pedidos de auxilio en el cara a cara del voluntariado.
Este universo de mujeres queda sumergido por
ausencia. Es una violencia que no existe ante los ojos de quienes se interesan
en el tema porque no cuentan con quien pueda verificar su presencia. Es el
universo más carente y desprotegido dominado por los malos tratos sufridos y
por quienes no las ven en el momento de evaluar porque no cuentan con el
soporte de una denuncia.
Los nuevos sujetos sociales que la conciencia
crítica analiza y designa reclaman cambiar la mirada ingenua y reformista para
pensar en las que han sido excluidas de los discursos técnicos porque no
denuncian como exige el sistema. Sin intención de excluir.
Pero la no-intencionalidad (que es un punto
de la ética) desconoce que son víctimas con identidad propia: las que se niegan
a denunciar.
El incremento de la violencia, que todos
quienes trabajamos en el tema podemos verificar, es un dato que se torna violento
en sí mismo cuando visibilizamos y mostramos este universo de víctimas que
carece de un expediente legal.
Las Victimas contra las
Violencias.
http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-199056-2012-07-19.html
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