Publicado el enero 31, 2012 por juanpablomeneses
SEBASTIÁN ALDASORO
MOIRA ES AHORA MATEO
Cuerpo femenino y mente
masculina. Juicio al Estado para cambio de nombre. Discriminación.
Tratamiento de Ley de Identidad de Género en Argentina. ¿Hombres o
mujeres? Imposibilidad para el cambio de genitales. ¿Enfermedad? La
tranquilidad después de la tormenta.
Cuerpo femenino y mente masculina. Juicio al estado para cambio de
nombre. Discriminación. Tratamiento de Ley de Identidad de Género en
Argentina. ¿Hombres o mujeres? Imposibilidad para el cambio de
genitales. ¿Enfermedad? La tranquilidad después de la tormenta.
“Antes, en verdad, nuestra naturaleza no era lo que es hoy, sino muy
diferente. Diré, ante todo, que había tres especies de seres humanos, y
no dos, como ahora.”
Aristófanes
“Hubo un momento en que tenía 3 nombres, ya ni sabía quién era”, dice
Mateo; riéndose en su cuarto del piso de arriba en la casa victoriana
venida a menos donde vive, en el barrio de Nuñez, Buenos Aires. Le falta
poco para empezar las vacaciones de la facultad y está contento porque
se va de viaje a la casa de sus padres en La Paz, Bolivia; sonríe sin
parar. Si todo sigue bien, el año que viene se recibe y puede empezar
con los ahorros para la última operación.
Hace poco que vive en esta casa, que es de la abuela de una compañera de
facultad, y se siente mucho más cómodo que en la pensión de Barracas
donde vivía en el 2008, a dos cuadras de la cancha de Boca, cuando
recién se había mudado a Argentina. Después de pasar unos meses en la
pensión, se mudó al departamento que un amigo boliviano tenía en
Palermo. “Él sabía de lo mío y, supuestamente, no tenía ningún
problema”, dice Mateo. A fines del 2008 se operó las incipientes mamas
que tenía por segunda vez y quedó en reposo con mucho dolor en el pecho,
casi sin poder moverse. Mientras se recuperaba, su amigo le dijo que se
tenía que ir del departamento porque al año siguiente su hermana iba a
mudarse con él, y a sus padres no les convencía que la chica viviera con
Mateo. Su madre estaba acompañándolo, así que se fueron a una pensión
donde terminó de cicatrizar las heridas del pecho. “No sé bien porqué me
echó, supongo que tenía miedo de que a la hermana le pase algo por
vivir conmigo, nunca más lo vi”, dice Mateo.
La identidad de género Trans, que reúne a aquéllas personas que se
sienten identificadas con el sexo opuesto al que les fue asignado
biológicamente, aún hoy figura en el Manual de diagnóstico y estadística
de los trastornos mentales de EE.UU (DSM, por sus siglas en inglés) y
en el CIE (Clasificación Internacional de Enfermedades) de la
Organización Mundial de la Salud (OMS). En Sudamérica, el único país que
sancionó la Ley de Identidad de Género ansiada por la comunidad Trans,
es Uruguay. Esta ley establece que cualquiera puede cambiarse el nombre
por uno del sexo biológico contrario, con solo realizar un trámite
administrativo. En el resto de los países sudamericanos, la ley es
categórica: para poder cambiarse el nombre se debe realizar un juicio al
estado y, posteriormente, acreditar distintos análisis psiquiátricos
que garanticen que el querellante tiene una identidad de género distinta
al sexo biológico con el que nació, además de atravesar pruebas de
revisión de genitales por parte de médicos especialistas.
Mateo prende un cigarrillo Viceroy azul, exhala el humo en el cuarto y
dice “mi padre siempre me decía que lo mío no se solucionaba con tocarme
el cuerpo, sino arreglándome la cabeza”. Da otra bocanada y esboza una
sonrisa. Una bandera boliviana tapa un pequeño cuadro de Diego Rivera en
una de las paredes; la biblioteca antigua de madera, al pie de la cama,
tiene anchos tomos de medicina mezclados con best-sellers
latinoamericanos de principios del siglo XXI, las persianas están bajas y
una enorme mancha de humedad cubre una de las esquinas del techo.
“Ahora me siento vivo, pero durante mucho tiempo me sentí muerto”, dice
Mateo mientras se sirve un vaso de Coca Light. Tiene el pelo muy corto y
negro, la piel morena y nunca se saca los anteojos de marco fino que
usa. La incipiente barba de su pera viene cobrando espesura gracias a
las hormonas que se inyecta, cada quince días, desde el 2008, cuando
tenía veinte años.
Está contento, después de la primera operación para sacarse las mamas en
Bolivia, se cortó el pelo y decidió mudarse a Buenos Aires para
estudiar Psicología y empezar de cero, borró las fotos que tenía con
pelo largo en Facebook y cambió su nombre público de Moira Rodrigo a
Mateo Rodrigo. Sin embargo, tuvo que esperar dos años, juicio mediante,
para cambiar su nombre legalmente en Bolivia.
El 18 de agosto pasado, comenzó el tratamiento del proyecto de Ley de
Identidad de Género y de Atención Integral de la Salud para personas
Trans, en la Cámara de Diputados del Congreso argentino. Se presentaron
cuatro proyectos distintos, impulsados en conjunto por la Asociación de
travestis, transexuales, transgénero de Argentina (ATTTA), la Federación
Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Travestis (FALGBT) y
diputados de distintos partidos. Si bien este es el primer paso para
sancionar la ley, el apoyo en la Cámara de Diputados fue unánime. “El
proyecto de identidad es casi un hecho”, dijo la secretaria de la
FALGBT, Claudia Pía Baudracco, “ya existen muchos fallos a favor del
cambio de nombre y nadie se opuso. El proyecto de salud va a llevar más
tiempo porque está ligado a presupuesto, pero vamos introduciendo el
tema desde ahora”.
Las quemaduras de cigarrillo que Mateo tiene en el brazo se notan
apenas, como un recuerdo de aquéllas tardes en La Paz, cuando
falsificaba notas de sus padres para poder ir con ropa deportiva al
colegio y así evitar el uniforme con pollera. El baño siempre era una
complicación. “Yo siempre entraba al baño de hombres, pero los
profesores me decían que tenía que ir al de mujeres, nunca estaba seguro
de a cuál entrar”, dice Mateo. Sonríe todo el tiempo, tiene una leve
hendidura hacia arriba en las paletas, como si estuviesen limadas y no
deja de repetir que se considera una persona con mucha suerte. Desde que
tomó la decisión de cambiar su identidad de una vez por todas, las
cosas empezaron a mejorar.
Actualmente, en Argentina, un gran número de jueces suelen declararse
incompetentes cuando se le presentan demandas por cambio de identidad de
género, demorando el proceso judicial que, en el mejor de los casos,
tarda alrededor de dos años. Sin embargo, en muchos casos, el cambio de
nombre no completa la identidad de género de una persona, sino que
también necesita pasar por el quirófano para modificar su cuerpo y en
algunos casos reasignar sus genitales. Desde la ley 17.132 sancionada
por el gobierno de facto de Onganía, en 1967, éste tipo de operación es
ilegal en Argentina, salvo previa autorización judicial e indicación
terapéutica. En la práctica, sin embargo, poc@s pueden acceder a este
tipo de operación por los altos costos que implica (alrededor de 70 mil
dólares) y la casi inexistente oferta de expertos en la región.
“Muchos de mis amigos ya se habían dado cuenta de que me pasaba algo,
así que cuando aparecí con el pelo corto, nadie me preguntó, todos me
decían que ya sabían”, dice Mateo. Trata de no pensar en la operación
que le falta para no desesperarse. Ni siquiera sabe cuando va a poder
hacérsela, el costo es muy alto y la medicina todavía no está lo
suficientemente desarrollada para el cambio de genitales femeninos a
masculinos, pero, por lo menos, quiere poder mear de parado algún día.
Cuando se le pregunta por las mujeres dice, siempre manteniendo esa
enorme sonrisa, que le da un poco de miedo acercarse, porque en algún
momento va a tener que explicar lo que él es y no le gustaría que la
otra persona se sienta mal cuando se entere.
La socióloga argentina experta en identidad de género, Leticia Sabsay,
sostuvo recientemente en una entrevista en el diario Página 12, donde
analizó el caso de Flor de la V, que “las identidades no existen como
tales con anterioridad a su propia articulación política, por ejemplo en
los años 80, no había, por lo menos en Sudamérica, transgéneros, y no
porque no existieran personas que pudieran identificarse con esta
posición, sino simplemente porque esta posición no estaba disponible en
el discurso social”.
¿Es hombre? ¿Es mujer? ¿Es una enfermedad? La terminología usada y su
alcance conceptual para definir a personas que no se clasifican dentro
de las identidades tradicionales de masculino y femenino, son todavía
hoy discutidas. Incluso dentro de la comunidad Trans se encuentran
diferencias. Distintas agrupaciones LGBT han acordado denominar dentro
de la categoría trans a aquéllas personas que se sienten identificadas
con el sexo opuesto al que les fue asignado biológicamente; a las
personas con características intersex (cuerpo sexuado que no encuadra
dentro de los estándares sexuales masculinos ni femeninos); y a l@s
travestis, que a pesar de utilizar hormonas y feminizar o masculinizar
su cuerpo mediante cirugías, mantienen su genitalidad biológica. Por
otro lado, la Asociación internacional de disforia de género de Harry
Benjamin, sostiene que ése síndrome es el único transexualismo genuino.
Su fundamento es que las personas con este síndrome tienen un sexo
neurológico asignado durante la gestación del embarazo (previo a la
socialización) opuesto a su sexo biológico, y que sienten un rechazo tan
profundo respecto a sus genitales que, de no operarse, pueden tener
serios problemas para llevar adelante su vida e, incluso, llegar al
suicidio. Al respecto, Claudia Pía Baudracco, dijo que “los que
sostienen el concepto del síndrome de Harry Benjamin siguen pensando que
el transexualismo es un problema en la mente, cuando en realidad, la
construcción personal de género la hace uno, tomando en cuenta las
fuerzas sociales, etc. Yo tengo mis genitales masculinos por ejemplo,
pero mi identidad es travesti”.
En las tres semanas que Mateo estuvo en Bolivia durante las vacaciones
de invierno de agosto, aprovechó para estar con su familia y festejó su
cumpleaños 24 en una quinta del barrio del sur de La Paz, Calacoto,
donde vive principalmente la clase media y media alta de la ciudad.
Treinta amig@s se juntaron a comer un asado que duró desde las tres de
la tarde hasta las diez de la noche. Después salieron a bailar. En la
pista empezó a hablar con Andrea, una amiga de un amigo y, sin ni
siquiera darse cuenta como había pasado, de repente ahí estaba,
apretujado y comiéndole la boca, con la adrenalina estallándole el
cuerpo. Cuando se hizo tarde la llevó hasta su casa, se despidió con
otro beso y volvió rozagante a la casa de su familia en Calacoto. “Es la
tercera chica con la que estoy, dice, pero la primera fue una historia
larga y rara en Bolivia y la segunda era una loca que le daba todo lo
mismo. Mi amigo me contó que Andrea sabía de lo mío porque él le había
dicho, así que voy a tratar de hablar de nuevo, pero es difícil porque
yo estoy acá en Argentina”.
Mientras las organizaciones LGBT siguen realizando movilizaciones a
nivel global para despatologizar la identidad Trans y eliminarla de la
lista de enfermedades mentales del DSM y del CIE, muchas personas viven
con ésta problemática sin mas herramientas que el esfuerzo constante
para lograr el apoyo estatal mediante sanciones favorables. De todas
maneras, algunos avances como la recientemente promulgada Ley Nacional
de Salud Mental 26.657, que prohíbe diagnosticar dentro de la salud
mental ningún tipo de dolencia basada en la elección o identidad sexual,
demuestran un avance en la inclusión de la identidad Trans dentro del
aparato estatal argentino.
Mateo está con pantalones cortos, medias y ojotas, tiene los anteojos
puestos y muestra fotos con pelo largo en su computadora. No se reconoce
a sí mismo cuando se ve con pelo largo, aunque esa es la única
diferencia aparente: la cara y el cuerpo de las fotos son casi iguales a
como está ahora. Solo le falta un año para terminar la facultad y,
después, la especialización. Siempre tuvo mucha suerte, vuelve a decir y
agrega: “nunca tuve voz ni cuerpo muy femeninos y como mi apellido es
Rodrigo, cuando aparecía mi nombre en alguna lista de exámenes, nadie le
prestaba atención al Moira. Ya después cuando lo cambié, tampoco nadie
preguntó”. Tiene una sonrisa a prueba de balas. Está feliz. El lugar
donde está hoy, después de todo lo que atravesó, lo hace estar
agradecido enormemente. En algún momento va a poder operarse y sentirse
completo, aunque no es momento para desesperarse, dice, “ya viví
desesperado durante la mayor parte de mi vida”. Todavía no está seguro
si va a volver a Bolivia cuando termine de estudiar Psicología o si se
va a quedar en Argentina. “Las especializaciones en sexualidad son
mejores acá y yo quiero estudiar eso; después de todo lo que pasé, me
gustaría poder ayudar a las personas que son como yo”.